lunes, 30 de septiembre de 2013

Apagarse

Realmente trato de no sonar cómo una adolescente cuyos problemas se repiten sobre más de una persona de entre 13 y 18 años, pero es lo que puedo escribir, es decir, imagino que no esperaran que una chica de quince años escriba cómo una mujer de treinta que cuenta sus problemas que miles de adultos tienen, ¿verdad?. No, sólo me dedicaré a describir algo que muchas personas, sean adolescentes o no, sufren por lo menos una vez en su vida: LA SOLEDAD.
 Claro, ¿con quince años qué puedo saber de sentir soledad?, pues sé mucho. A pesar de esto, agradezco que sé lo justo y necesario, es lo único que no quiero conocer a fondo.
  La soledad, bien, cualquiera diría que es un estado anímico, que son momentos de suma depresión que lo único que se logra es alejarse de los demás hasta llegar al punto de ser un antisocial. Pues no, yo no soy cualquiera. Lo que siento al sentirme sola no es un sentimiento, no es un estado anímico, y tampoco es una lección, es sólo un momento en el que me apago. No puedo estudiar en paz, no puedo dibujar en paz, no puedo tocar el piano en paz, madre mía, ni siquiera puedo leer en paz. Es una criatura que crece y crece más hasta llegar al punto que se apodera de mi ser. Se alimenta de mis alegrías, de mis risas, de mis ánimos. Me hace ver las cosas de otra manera, quiere hacerme creer que no tengo a nadie en quien confiar, quiere hundirme. Lo ha logrado centenares de veces donde hubo casos en los que apagaba cualquier medio de comunicación con el exterior (celular, tablet, computadora, etc) y sólo me disponía a ver horas y horas de televisión mientras estaba acostada en mi cama sin ganas de hablar con nadie, incluyendo a mi familia.
  Hay veces que siento este apagón en mi ser, pero lo controlo. En poco tiempo cambie, sé domarlo y asesinarlo demostrándole que tengo una vida, que tengo mis relaciones, y que tengo mis cosas, cosas que me hacen feliz. Lógicamente hay veces que me encuentra desprevenida y me ataca con todo lo que tiene, cómo hace una hora. Pero está bien, puedo lograr mantenerme cuerda y en el camino correcto ya que sé que hacer, y sé lo que quiero. Y lo que quiero es vivir una vida sin temor a enfrentarme a lo que quiera derribarla.
 El demonio sólo gana cuando abandonamos todo. Si uno quiere que se vaya sólo hay que demostrarle que somos más fuertes que él. Creo que demostrandole que el solitario es él su vida se va a apagar en un abrir y cerrar de ojos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario